domingo, 21 de diciembre de 2014

Mapas en un Espejo 1: El Ahorcado, Cuentos de Espanto.


     ¡Y por fin pude conseguirme los dos últimos tomos de esta genial antología que me faltaban! Compleja colección de relatos que recomiendo sin tapujos y a lo que de seguro todo buen lector, no solo del autor, sino que de la buena ciencia ficción, la fantasía más emotiva, el terror, perdón por mi “error” al señor Card, los cuentos de espanto y la buena literatura en general puede llegar a apreciar (colección que por cierto los chilenos y en especial los de Santiago, podemos encontrar a solo 3 “lukitas” cada número en la Librería Chilena de Huérfanos 686).   El libro que originalmente publicó el escritor en un grueso tomo y que luego los españoles tuvieron la desfachatez de reeditar en 5 partes (atendiendo claramente a la segmentación original que le dio su autor, considerando las temáticas de sus textos), comienza con una serie de historias en un estilo de su creador que muy pocos le conocen: lo que él mismo por las razones que enuncia en su introducción, para este primer apartado de sus narraciones breves, como cuentos de espanto.  En realidad resulta mucho más gratificante y claro leer las palabras de Card, con sus ejemplificadores argumentos, para entender a qué se refiere cuando prefiere usar esta nomenclatura, en vez de la típicamente usada por sus colegas y seguidores del género:

     Hay tres clases de miedo, y el espanto es la primera y la más poderosa. Es esa tensión, ese compás de espera que se produce cuando sabemos que hay algo que temer pero aún no hemos identificado de qué se trata. El miedo que sentimos al descubrir que nuestra esposa lleva una hora de retraso; al oír un ruido extraño en el cuarto del niño, al advertir que la ventana que habíamos cerrado está abierta, con las cortinas ondeantes, y no hay nadie más en la casa”.

     A la hora de caracterizar el estilo de estos cuentos del autor de El Juego de Ender, se observa en su generalidad que dichas historias giran en torno al hecho de que sus protagonistas son personas comunes y corrientes (esto es no son sujetos extraordinarios), quienes ven que la tranquilidad de sus vidas se encuentra invadida por un elemento foráneo, que les quita toda seguridad.  Es así como esta intrusión no se encuentra en la presencia del típico miedo simbólico y metamorfoseado en el monstruo de la literatura del género (vampiros, zombies, mutantes y otros), si no que se trata de horrores más “adultos” y que guardan estrecho relación con el temor a la incapacidad de tener control absoluto sobre nuestras vidas; de este modo el “espanto” del que habla Card en su introducción, es provocado claramente por las sensaciones de fragilidad e impotencia de sus personajes frente a lo fortuito.  Asimismo son cuentos que no pierden la emotividad acostumbrada de su autor, siendo incluso relatos “morales” que dejan al lector una reflexión abierta acerca de lo que en realidad quiso decirnos la narración, independientemente del gusto de entretenernos con algo de calidad.   La religiosidad mormona de Card no deja de verse en estos escritos, no tanto por el hecho de darnos un sermón, sino porque más bien sus acontecimientos transcurren en un mundo creyente y tal como bien ha quedado detallado en su ucronía mágica de los libros de Alvin Macker, donde lo fantástico y lo maravilloso no se contradicen con la certeza de que existe una realidad espiritual (en la que se apoyan la mayoría de las religiones, entre ellas la mormona).  Por otro lado, son textos breves que en su mayoría apenas superan las veinte páginas, razón por la cual se leen con rapidez y gran deleite en su generalidad. 
     Teniendo en cuenta lo anterior, muchos de los protagonistas de estas páginas son individuos que de alguna manera son los responsables de la nefasta situación en la que se encuentran; por ende, lo que está pasando es efecto de la causa que son ellos mismos y que les trae como consecuencia el “estado de espanto” por el que pasan.  Todo esto va muy de la mano con un aspecto caro al género y que corresponde a su sentido moral de advertencia ante sus errores y/o pecados: o bien cambian su actitud o ya es tarde y se viene por fin el castigo por los yerros cometidos.
     A su vez se debe hacer una aclaración: como Card no gusta de las narraciones de  estilo “tradicional”, estereotipadas o de un carácter más bien “efectista” (por no decir gores), pueden ser que a algunos de estos textos les parezcan a alguien cualquier cosa, menos de miedo y ello bien responde a la declaración de principios que su autor hace en la cita agregada más arriba; de este modo es comprensible que más de un lector considere que muchos de estos cuentos no son en realidad obras de terror o que bien el “espanto” al que hace mención Card, se trata de algo mucho más sutil que el acostumbrado horror, de verse frente a la fuerza inesperada de lo que nos supera y que  nos hace recordar que somos simples mortales enfrentados a lo extraño y lo fortuito.
    Por cierto, el título que corresponde a esta primera parte de Mapas en un Espejo y que corresponde a El Ahorcado, no es el nombre de ninguno de sus relatos ¿Y entonces por qué razón le puso así su escritor? Pues bien, en ningún momento Card lo explica, sin embargo queda de manifiesto que tal elección responde en parte a la idea de otorgarle a este pequeño compendio de sus obras de espanto, un aspecto de “ominosidad” (si es que existe la palabra, que vendría de “ominoso”, o sea, siniestro) que sintetice su carácter inclinado hacia el espanto.   En todo caso, como autor mormón se supone que Orson Scott Card no está interesado en temas esotéricos de tipo pagano, como el espiritismo y las artes adivinatorias.  No obstante si se toma en cuenta que El Ahorcado (también conocido como El Colgado) es una de las cartas del Tarot y de las más especiales, de modo que ante el caso de que el escritor haya usado este término a propósito y haciendo alusión a dicho arcano, ello bien quedaría justificado: pues esta carta hace alusión a la ambigüedad y el desequilibrio, que en todo caso implica una oportunidad para superarse; de tal modo que El Ahorcado puede terminar bien su empresa…o mal y esto último es lo que pasa por lo general en este tipo de historias: la condenación de sus protagonistas.
    Y ahora vamos de lleno a desmenuzar cada uno de los cuentos que componen este valioso tomo:

1- Euménides en el lavabo del cuarto piso: Los mitos griegos están llenos de historias aterradoras, algunas de ellas bastante violentas y sangrientas, con muchos personajes macabros como Medusa, las arpías y el Minotauro, entre muchos otros más. Dentro de estos se encontraban las Euménides, seres divinos de aspecto esperpéntico que se encargaban de vengar a aquellos que morían asesinados y que por esta misma razón perseguían a sus homicidas hasta volverlos locos; de este modo las Euménides representaban la culpa y el castigo, esto último como algo de carácter sagrado y que bien estaba por sobre la voluntad del ser débil humano.   Es así como el cuento que abre el volumen (bastante significativo para mí, pues fue lo primero que leí de su autor, allá durante mis años universitarios y en pleno apogeo de lo que llamo mi Edad Dorada), resulta ser una obra llena de intertextualidad, por cuanto hace referencia a la figura de estas criaturas. 
     Su protagonista es un hombre joven despreciable, ya que es un manipulador, egocéntrico y hedonista consumado, quien un día cualquiera mientras se haya en el baño, se encuentra con una más que desagradable sorpresa y que lo seguirá el resto de sus días.  Se trata de un relato que no puede ser más reflexivo, puesto que aborda de forma fantástica cómo nuestros actos traen consecuencias y ello nos persigue a través de la forma del remordimiento.
    El cuento posee momentos de explícito “espanto”, escenas gráficas que para muchos resultan inesperadas en un escritor caracterizado por sus descripciones y diálogos emotivos.  Además su personaje principal no puede ser más detestable, si bien ello responde al sentido del texto, ya que lo que le toca vivir para muchos lectores puede ser algo que se merece. 
    Tras comenzar la lectura con este relato, bien se podría creer que el resto de estos cuentos poseen su misma carga morbosa, con momentos tan estremecedores; no obstante esto no es así y ello convierte este título en toda una singularidad dentro de la carrera de su autor.

     “Oyó un gorgoteo en el lavabo, un siseo. ¿Alguien estaba allí con la luz apagada? Howard fue al lavabo y no vio a nadie. Miró con mayor atención y vio un bebé de dos meses flotando en el inodoro. La nariz y los ojos asomaban apenas por encima del agua; parecía aterrado, con las piernas, las caderas y el vientre metidos en el tubo. Habían tratado de ahogarlo. Era inconcebible que alguien fuera tan cretino como para creer que el bebé pasaría por el tubo.
     Por un momento pensó en dejarlo allí. Típica tentación de gran ciudad, no entrometerse aunque esto implicara una atrocidad. Salvar al bebé supondría inconvenientes, llamar a la policía, cuidar del crío en el apartamento, titulares en los periódicos, una noche presentando declaraciones. Howard estaba cansado. Howard quería acostarse.
     Pero recordó las palabras de Alice: «Ni siquiera eres humano, Howard. Eres un monstruo egoísta». «No soy un monstruo», respondió en silencio, y tendió las manos para sacar al niño.
     El bebé estaba atascado. El que había intentado matarlo lo había introducido con fuerza. Howard sintió un arrebato de franca indignación al pensar que alguien quisiera solucionar sus problemas matando a un inocente. Pero Howard no quería pensar en crímenes contra los inocentes, y además pronto tuvo otras preocupaciones.
     Cuando el niño le cogió el brazo, Howard advirtió que tenía los dedos fusionados en aletas de hueso y piel. Pero las aletas le aferraron los brazos con insólita fuerza cuando Howard, hundiendo ambas manos en la taza del inodoro, trató de liberarlo.
     El niño se desprendió con un ruido de succión y el agua retrocedió. Las piernas también estaban fusionadas en una sola extremidad cuya punta era espantosamente sinuosa. El niño era varón; los genitales, más grandes de lo normal, estaban inclinados hacia un lado. Y en vez de pies había dos aletas más, y cerca de la punta había manchas rojas que parecían llagas putrefactas. El niño sollozó, un maullido salvaje que le recordó a un perro que Howard había visto en sus estertores de agonía. (Howard se negó a recordar que él mismo había matado al perro arrojándolo a la calle frente a un coche, sólo para ver cómo se desviaba el conductor; el conductor no se desvió).
     «Incluso los deformes tienen derecho a la vida», pensó Howard, pero ahora, al coger al niño en brazos, sintió una revulsión que se tradujo en compasión por quienes habían intentado matar a la criatura, probablemente los padres. El niño alzó los brazos, y al desprenderse las aletas Howard sintió un dolor agudo y quemante que pronto se transformó en suplicio, pues estaba expuesto al aire. El brazo se le pobló de enormes llagas purulentas y sanguinolentas.
      Howard tardó un instante en asociar las llagas con el bebé, que ya le apretaba las aletas de las piernas contra el vientre y las aletas de los brazos contra el pecho”.

    La responsabilidad frente a nuestros actos queda como invitación a la reflexión en esta recomendable historia, lo que en todo caso será un tema recurrente a lo largo de todo el libro.

2- Finiquito: En un tono por completo diferente al del relato anterior, se desarrolla esta historia y donde la idea de “pavor” se expresa más bien en la dirección de otro tema clásico dentro de la literatura a la que pertenece: el temor a la muerte.  Se trata de un cuento “muy serio”, ya que su protagonista es un hombre mayor, quien ve cómo la seguridad de la vida que ha construido se está desmoronando; siendo que además tal cual en los cuentos antiguos del género, llega al punto de que no está seguro sobre qué es la realidad y qué es efecto de su propia pérdida de la certeza a creer en sus propios sentidos.
    Su argumento trata sobre un exitoso hombre de negocios, quien comienza a sufrir de apagones mentales y al llegar a su casa estos se agravan hasta el punto de que ni el mismo lector tiene claro qué es lo verdadero de todo esto.  La llegada de un simbólico objeto a su hogar, da señales acerca de cuál es el destino final de su protagonista, convirtiéndose en todo caso en una manifestación física del propio temor que lo embarga.

    Si bien su título original corresponde a la palabra latina quietus, de la cual deriva claramente el término quieto y por extensión se refiere a los conceptos de paz y tranquilidad, su nombre hace referencia a la idea de la misma muerte.  No obstante lo anterior no se trata de la muerte como un estancamiento y la imposibilidad de movimiento, sino más bien a la noción de tranquilidad y paz…De este modo, sin pretender hacer spoilers, el cuento termina de una forma como bien uno esperaría de una obra típica de su autor: con una buena dosis de emotividad.
Orson Scott Card.

3- Ejercicios de respiración profunda: Considerando su originalidad, resulta mucho más ominoso que los dos textos anteriores.  Un hombre descubre un terrible secreto: la gente que va a morir al mismo tiempo, poco antes de su deceso comienza a respirar al unísono.  Esta certeza se transforma por supuesto en una carga para el protagonista, quien incluso llega a temer por su cordura ante este conocimiento, don o maldición según se le mire.
     El tema del sujeto que vive aislado del resto de los demás debido a una cualidad extraordinaria, resulta recurrente en obras tales como esta; siendo ello un simbolismo de la alienación de muchos por su propia “otredad” y que los mantiene al margen de los demás.
    Su trama va en crescendo en la medida que el protagonista va comprobando que su nueva habilidad es cierta y hacia el final inesperado es posible reconocer la insignificancia del ser humano frente a las grandes cosas de la vida.  Este relato breve como el resto de los que le acompañan, termina de forma inesperada, con la sorpresa que es marca habitual de las obras de miedo.

    “En uno de los silencios más profundos, Dale advirtió que su padre y el piloto mecían las piernas cruzadas al unísono. Escuchó y oyó un intenso ruido en la zona de espera: el susurro rítmico de muchos pasajeros inhalando y exhalando simultáneamente. La madre de Dale, el padre, el piloto, la azafata, otros pasajeros, todos respiraban juntos. Lo perturbó. ¿Cómo era posible? Brian y Colly eran madre e hijo; los padres de Dale habían vivido juntos durante años. ¿Pero por qué la mitad de la gente de la zona de espera respiraba al unísono?
     Se lo comentó a su padre.
     —Es extraño, pero creo que tienes razón —dijo su padre, fascinado con esa rareza. Al padre de Dale le encantaban las rarezas.
     Y luego el ritmo se quebró y el avión carreteó por la pista acercándose a los ventanales, y la muchedumbre se preparó, aunque todavía faltaba media hora para embarcar.
     El avión se despedazó al aterrizar. Sobrevivió la mitad de los ocupantes. Todos los tripulantes y varios pasajeros, entre ellos los padres de Dale, murieron cuando el avión tocó tierra”.

4- Criadero de Gordos: El primer cuento de la colección que bien podría considerarse como parte del género de la ciencia ficción, puesto que tanto su ambientación, como otros de sus elementos son propios de este.  Su nombre bien puede resultar ofensivo para algunos, si bien como era de esperar, se justifica a la luz de las metáforas usadas por su autor, para referirse a la inclinación natural del ser humano hacia los vicios y la autodestrucción; por otro lado, en su propia apostilla (apartado para cada cuento donde Card explica el origen de estos, dando además información clave para su comprensión)  el escritor revela su carácter biográfico y de autoexorcismo, al proyectar en su protagonista las mismas debilidades que por años lo han agobiado.
     En un futuro cercano o en un mundo paralelo al nuestro, con tecnología avanzada en el campo de la clonación y que en todo caso está vedada a la mayor parte de la población, existe una corrupta y millonaria corporación médica que ofrece sus servicios a los más opulentos: les crea nuevos, sanos y bellos cuerpos (versiones mejoradas de ellos mismos), para que puedan seguir gozando de sus vidas libertinas.  Es así que llega a este lugar un hombre cuya obesidad ya es monstruosa, esperando poder recuperar la salud de antes (si bien se encuentra orgulloso de su gordura) y usar uno de los cuerpos mejorados especialidad de la casa.  Cuando todo parece ir bien, se da cuenta de que la situación se le va de las manos y se ve atrapado en el lugar donde se supone iba a pasar una temporada de relajación.    
    Una de las ideas más antiguas respecto a lo que significa el Infierno y, por ende, el castigo, es que este consiste en la constante repetición de algo que obliga al condenado a prescindir de su libertad, sufriendo a cada rato el mismo suplicio (los griegos eran maestros en esto con sus mitos, como lo sucedido con Prometeo encadenado y a quien todos los días un ave le comía el hígado, el cual le volvía a crecer cada 24 horas).  De este modo el cuento en sí aborda dicho tema, siendo que en general el resto de los relatos que comprenden El Ahorcado son distintas variantes acerca del castigo, en especial por el hecho de que sus personajes “merecen” por una razón u otra estas penurias.

    “Se conmovió al ver su propio cuerpo, joven, fuerte y bello nuevamente, como nunca había sido en toda su vida. Sin embargo, era inequívocamente él quien había entrado en la sala. Excepto que el vientre estaba firme, los muslos musculosos pero esbeltos no se rozaban ni siquiera en la entrepierna. Lo trajeron desnudo, por supuesto. Barth insistía en ello.
     Trató de recordar la última vez. Entonces él había sido el que entraba desde la sala de aprendizaje, saliendo para ver al hombre gordo e inmenso que según sus recuerdos era él mismo. Barth recordó que había sido un doble placer: ver la montaña en que se había transformado, pero verla desde un cuerpo joven y bello.
     —Ven aquí —ordenó Barth, evocando la última vez, cuando había sido el otro Barth quien lo había dicho. Y tal como el otro había hecho la última vez, tocó al joven y desnudo Barth, acarició el cutis liso y adorable, y al fin lo abrazó.
     Y el joven Barth lo abrazó a su vez, pues así eran las cosas. Nadie amaba tanto a Barth como Barth mismo, delgado o gordo, joven o viejo. La vida era una celebración de Barth; verse a sí mismo era su mayor anhelo.
      — ¿En qué pensé? —preguntó Barth.
     El joven Barth sonrió.
     — Lynette —respondió—. Desnuda ante un precipicio. El viento soplando. Y la posibilidad de que se matara al caer.
     — ¿Regresarías a ella? —preguntó Barth a su joven álter ego.
     — Quizás. O a alguien como ella. —Y Barth notó con deleite que la mera idea excitaba a su joven álter ego.
—Servirá —decidió Barth, y Anderson le entregó los documentos que debía firmar, documentos que nunca se presentarían en un juzgado porque daban testimonio de la participación de Barth en un delito que en los códigos de todos los estados sólo era inferior al homicidio”.

5- Bajo la Tapa: Otro cuento que más corresponde al género de ciencia ficción, que al del terror (no obstante si se toma en cuenta la definición de cuento de espanto de Card, sin duda calza dentro de esta categorización).  En este caso aborda un tema caro a la literatura de ambos estilos: el del viaje en el tiempo.  Su argumento trata acerca de un grupo de personas bastante hedonistas, que en su búsqueda de nuevas sensaciones extremas, se dedican a hacer saltos hacia el pasado para experimentar muertes violentas y luego ser devueltos a sus cuerpos originales para “disfrutar” la experiencia.  Es cuando dicha actividad implica a un inocente camionero del pasado, cuyo vehículo usan para ser atropellados con violencia.  Respecto a lo anterior, es que el conductor ve a estos como a fantasmas o más bien como proyecciones de sus propios sentimientos de culpa; ello convierte estas escenas que son descritas de forma bastante explícitas por su autor, en el elemento más cercano a la concepción habitual de lo que es considerado como horror.  Entre medio se involucra una mujer policía, quien anda detrás de estos cronoinfractores.  
   Los responsables de la falta a la continuidad temporal, son sujetos tanto o más detestables que los protagonistas de otros cuentos de este libro y están descritos como personajes propios del Imperio Romano más decadente, de modo que sus propios nombres corresponden a latinismos y helenismos (Orión, Géminis, Másculo, etc.).
   Orson Scott Card es conocido como un hombre religioso, un humanista preocupado por la entrega de valores en sus escritos que desbordan una gran sensibilidad y sin embargo como todo ser humano tiene sus defectos; en este sentido quizás su arista pública más negativa sea su marcado homofobia y que la ha manifestado en más de un discurso a su audiencia.  Cuesta creer esto viniendo de un hombre tan piadoso como él, cuyo protagonista de la primera novela que le dio fama, Maestro Cantor, es sin duda gay y cuyas relaciones homeróticas su autor describe con naturalidad.  Pues bien, este aspecto “oscuro” del escritor se puede apreciar en la apostilla correspondiente a Bajo la Tapa y donde el artista emite su juicio sin tapujos, llegando a poner al mismo nivel a drogadictos, criminales y homosexuales, entre otros que no les parece dignos:

    “Los drogadictos, los homosexuales, los especialistas en apropiación de empresas, los culturistas y los atletas que se administran esteroides para tener músculos abultados constituyen grupos que, en una u otra ocasión, han organizado sociedades cuyo propósito consiste en celebrar el placer a cuya búsqueda consagran la vida, aunque los separe del resto del mundo, cuyas reglas y normas detestan y desdeñan. Más aún, buscan ese placer con el riesgo constante de la autodestrucción. Y luego se preguntan por qué los demás los miran con una mezcla de horror y disgusto”.

    Ante lo anterior, cabe perdonarlo, puesto que como bien dice el Evangelio: “El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.  No obstante queda abierto el debate.

6- Juegos de Carretera: Un país tan grande como lo es Estados Unidos, es famoso por sus extensas carreteras, siendo que muchas de ellas atraviesan lugares solitarios y donde muchas veces los automovilistas con suerte se encuentran con otro conductor; es así como muchas historias hay al respecto, entre literatura y cine, siendo su obra más emblemática en narrativa En el Camino de Jack Kerouac y Busco mi Destino en el séptimo arte.  En este sentido el relato que aquí corresponde es una variante en tono de cuento de espanto de esta temática.  Se trata de un “subgénero” propiamente gringo, como el western.
    La historia trata de un hombre que realiza varios viajes a raíz de su trabajo y quien para entretenerse en el trayecto, se dedica a realizar improvisados “juegos” con el resto de los vehículos con los que se topa, a manera de competencias; todo resulta una actividad inofensiva, hasta que se obsesiona con una joven que conduce en solitario su auto y ello trae consecuencias inesperadas. 
    El relato expone la idea de que la maldad es algo que está a la vuelta de la esquina para cada uno de nosotros y que basta tan solo una mala decisión o simplemente caer en la tentación como para abrazar el llamado “lado oscuro”; asimismo es posible identificar en este texto la nociones de que nada es lo que parece y que cualquiera puede transformarse en un verdadero monstruo si termina entregándose a sus impulsos más bajos (en pocas palabras, todos somos un sociópata en potencia).

7- Sepulcro de Canciones: En lo que va del libro, de seguro el mejor cuento de este y el más extenso.   También con elementos de ciencia ficción, poco a poco va tomando su aspecto de cuento de espanto.  Narrado en primera persona por uno de sus protagonistas (hasta el momento los cuentos que componen el volumen poseen narrador omnisciente), cuenta de la extraña relación entre el psicólogo de una institución mental y su paciente, una adolescente de unos quince años y quien vive postrada por haber perdido no solo a sus padres en un terrible accidente, sino que también sus cuatro extremidades.  Pese a sus miserias, la chica es una persona excepcional y se ha ganado el cariño de todos en el centro médico, incluyendo la del psicólogo, con quien mantiene inteligentes charlas.  Dentro de las particularidades de la muchacha, se encuentra el hecho de que posee unos tres amigos imaginarios y los que responden más bien a su necesidad de hacer su vida más interesante que a la falta de cordura.  Todo va bien hasta que aparece Anansa, una nueva “amiga” y quien quiere algo más que juegos ingeniosos con la minusválida: se la quiere llevar con ella.  El psicólogo descubre con horror que la niña ahora duerme más que nunca y que mientras lo hace canta extrañas canciones que causan rechazo en quienes las escuchan, pues en realidad no parecen venir de este mundo.  La supuesta identidad de Anansa es extraordinaria y en especial todo lo que tiene que ver con ella:

    “—Me quiere a mí.
     —Te quiere a ti. ¿Cómo puede tenerte, contigo aquí y ella allá?
     Elaine se humedeció los labios.
     —No quiero hablar de eso —dijo, de un modo que revelaba que estaba a punto de contármelo.
     —Quisiera que me hablaras. De veras quisiera que me hablaras.
     —Ella dice… que puede llevarme. Dice que si aprendo las canciones, puede sacarme de mi cuerpo y llevarme allá y darme brazos, piernas y dedos, y podré correr y bailar y…
     Rompió a llorar.
     La palmeé en el único sitio donde ella me permitía, su blanco vientre. No quería que la abrazaran. Yo lo había intentado años antes, y me había gritado que la soltara. Una enfermera me contó que era porque su madre siempre la abrazaba, y Elaine quería devolver el abrazo. Y no podía.
    —Es un sueño encantador, Elaine.
    —Es un sueño espantoso. ¿No lo entiendes? Seré como ella.
    —¿Y cómo es ella?
     —Ella es la nave. Ella es la nave estelar. Y quiere que esté con ella, que sea la nave estelar con ella. Y andar cantando por el espacio durante miles de años.
     —Es sólo un sueño, Elaine. No debes tener miedo.
     —Se lo hicieron a ella. Le cortaron los brazos y las piernas y la pusieron en las máquinas.
     —Pero nadie te pondrá a ti en una máquina.
     —Quiero salir —dijo Elaine.
     —No puedes. Está lloviendo.
     —Maldita lluvia.
     —En efecto, yo la maldigo todos los días.
     — ¡No hables en este tono! Ella me llama continuamente ahora, incluso cuando estoy despierta. Tira de mí y me hace dormir, y me canta, y la siento tirar cada vez más. Si pudiera ir afuera, lograría resistirme. Creo que puedo resistir, ojalá pudiera…
     —Oye cálmate. Déjame darte un…
     — ¡No! ¡No quiero dormir!
     —Escucha, Elaine. Es sólo un sueño. No permitas que te trastorne. Es sólo la lluvia que te retiene aquí. Te da sueño y sigues soñando con esto. Pero no lo combatas. Es un sueño hermoso en cierto sentido. ¿Por qué no continuarlo?
Ella me miró con terror en los ojos.
     —No hablas en serio. No quieres que me vaya.
     —No. Claro que no quiero que te vayas. Pero no lo harás, ¿no lo entiendes? Es un sueño donde flotas entre los astros…
     —Ella no flota. Ella cruza el espacio a tal velocidad que me marea cuando me lo enseña.
    —Pues maréate. Considera que tu mente ha encontrado un modo de correr.
    —No entiendes nada de nada, terapeuta. Creí que tú sí lo entenderías.
    —Lo intento.
    —Si me voy con ella, moriré”.

    Ante el desarrollo de los eventos del cuento, cabe preguntarse si todo es producto de la fantasía propia de una mente enferma o si en realidad la amenaza de la amiga imaginaria, corresponde a un poder ajeno a las capacidades de cualquier ser humano.  Queda al lector encontrar por sí mismo la respuesta sobre cuál de las dos verdades aceptar.  No obstante ante una u otra, la sensación de impotencia con respecto a lo que le está pasando a la adorable adolescente, bien se puede identificar con el espanto que tanto le gusta desarrollar en este tipo de historias a Orson Scott Card.
    Ciertos aspectos de esta obra, bien recuerdan a un relato clásico de la también afamada y multipremiada escritora Anne McCaffrey, llamado  La Nave que Cantaba, tan poético como este de Card; de este modo quien haya leído ambos textos, podría preguntarse si el autor de El Juego de Ender conocía o no el relato de su colega cuando lo realizó (si bien en su propia apostilla cuenta acerca de su particular origen, que supuestamente para nada tiene que ver con la McCaffrey).
    Por último, como apenas se ha podido apreciar en la literatura de Orson Scott Card, esta narración posee un dejo de erotismo inesperado y que le otorga una característica más para valorarla por sobre otras.

8- Censura Previa: Una vez más el escritor mezcla su subgénero favorito, la ciencia ficción, con el cuento de espanto, ya que es posible encontrarse en este caso otra vez con el tema del viaje en el tiempo, aunque en una dirección por completo diferente a la de Bajo la Tapa, ya comentado más arriba.
    También narrado en primera persona, trata acerca de un aspirante a escritor que en un curso de literatura creativa hace un nuevo amigo, un sujeto muy especial y quien demuestra ser un artista de gran talento, aunque lamentablemente no está dispuesto a hacer públicas sus virtudes; es entonces que descubre el real motivo de la autocensura de su compañero y lo que corresponde a un secreto cuya revelación bien podría alterar el orden del mundo.
    Un cuento demasiado original y entretenido, con mucha intriga que posee más de una lectura.  Entre las problemáticas que plantea en plan de divertimento e invitación a la reflexión, se encuentran una vez más el tema de la responsabilidad de nuestras decisiones y actos (tan caro a este tipo de historias) y el del impacto del trabajo del artista en la sociedad, en especial a lo que se refiere a la promoción de nuevas ideas y de peso para los pueblos; a su vez la figura del artista otra vez es tenida en cuenta por Orson Scott Card, para dedicarle protagonismo en una de sus obras.

    “»“Si se abstiene de publicar, se le permitirá vivir. Si rehúsa, morirá dentro de tres días. Otro escritor lo matará… accidentalmente, por supuesto. Sólo tenemos autoridad para trabajar con autores”.
     »Les pregunté por qué. La respuesta me hizo reír. Parece que eran del Gremio de Autores.
     »“Es una cuestión de responsabilidad. Si usted se niega a asumir responsabilidad por las consecuencias futuras de sus actos, tendremos que dar la responsabilidad a otra persona”.
     »Les pregunté por qué no me mataban en vez de perder tiempo hablando conmigo.
     »Fue Árbol quien respondió, y el hijo de puta estaba llorando.
     »“Porque le queremos. Amamos lo que usted escribe. Hemos aprendido a escribir gracias a usted. Y lo perderemos si muere”.
     »Trataron de consolarme diciéndome que yo estaba en excelente compañía. Thomas Hardy: le habían hecho abandonar la novela y limitarse a la poesía, porque nadie la leía y era más segura.
    »“Hemingway decidió matarse en vez de esperar a que nosotros lo hiciéramos —dijo Manso—. Hay otros que sólo tuvieron que abstenerse de escribir un libro en especial. Les afectó, pero Fitzgerald pudo hacer una buena carrera con los demás libros, y Perelman nos lo dio riendo, pues no se le podía permitir que escribiera su verdadera obra. Sólo nos molestamos con grandes escritores. Los escritores malos no constituyen una amenaza para nadie”.
    «Llegamos a un trato. Yo podía seguir escribiendo. Pero después de terminarlo todo, tenía que quemarlo. Todo salvo las tres primeras páginas.
     »“Si usted lo termina —me dijo Manso—, tendremos una copia aquí. Aquí existe una biblioteca que…, bien, creo que lo más fácil sería decir que existe fuera del tiempo. Será publicado en cierto modo. No en su propio tiempo, ni dentro de ochocientos años. Pero al menos puede escribir. Otros  tuvieron que abandonar por completo. Nos rompe el corazón”.

9- El Hombre Cambiado y el Rey de las Palabras: En la muy humilde opinión de quien aquí escribe, este cuento bien viene a ser toda una decepción, en especial por su tono que para mí fue aburrido y que quizás se deba a su extensión que fue mucho más larga que lo que se podría haber querido en cualquiera de los otros relatos del libro; por otro lado, su final resulta algo forzado, aunque pareciera responder al tono de tragedia griega de la historia (sin embargo como dice el dicho “En gustos no hay nada escrito” y sin duda a más de uno podría encantarle este título). 
     También mezclando elementos de la ciencia ficción, empieza contándonos acerca de un matrimonio cuyo hijo no nato es diagnosticado a nacer con serios problemas físicos y mentales, pero que en contra de lo esperado resulta ser un genio excepcional, además de no poseer las taras orgánicas que se esperaba de él.  No obstante con el correr del tiempo, igual se transforma en alguien apartado al resto de la sociedad, y todo ello debido a su gran inteligencia.  Aun siendo un niño, crea un programa computacional basado en las cartas del Tarot y su interpretación, para explicar la conducta de las personas.  Entre medio desarrolla una relación especial con su madre, mientras que con su padre sus tratos no resultan tan satisfactorios, pese al gran amor que el progenitor llega a tener por su unigénito.
    El cuento se encuentra lleno de referencias directas a historias clásicas, destacando las de la mitología griega; de este modo un rol preponderante en su argumento viene a tener el poder que poseen dichas narraciones y su influencia en nuestras vidas (tema recurrente en la literatura de Card).  Por otro lado, es debido a este texto que el título genérico del primer tomo de esta antología, queda más que justificado.
    
10- Recuerdos de mi Cabeza: Por mucho que su autor se esmere en otorgarle profundidad a su cuento en la correspondiente apostilla, resulta ser una historia desilusionadora y hasta truncada; puesto que sus primeras líneas prometían bastante, pero luego su trama se va diluyendo, hasta acabar con un final que pareciera terminado a la rápida.
    Narrado en primera persona, es el único texto del tomo cuyo personaje principal resulta ser una mujer y cuya narración más encima utiliza el tiempo presente (en cierto sentido esta obra es un experimento literario de Card, del cual no sale muy bien parado la verdad).  Uno de los grandes problemas de su desarrollo, es la falta absoluta de datos que puedan otorgarle a su particular protagonista una verdadera historia personal y caracterizarla como alguien dotado de vida propia, como para que el argumento posea solidez y uno se pueda identificar con ella; de este modo el texto pierde potencia, al quedar poco claras las razones que llevan a la fémina a tomar sus desesperadas decisiones y acciones. 
    Supuestamente la narradora protagonista se encuentra muerta a la hora de redactar su último testamento, no obstante la situación que describe resulta tan descabellada, que pareciera que en realidad todo es producto de una mente enferma e infeliz por el dolor del despecho amoroso.

    “Aunque tengas las pruebas delante de las narices, no creerás mi versión de mi propio suicidio. Mejor dicho, supondrás que yo la escribí, pero no que la escribí después de los hechos. Pensarás que redacté esta carta de antemano, aún sin saber si me colocaría la escopeta entre las rodillas, apoyaría una regla contra el gatillo, para bajarla con mano asombrosamente firme hasta que el percutor cayera, la pólvora explotara y una perdigonada a quemarropa me volara la cabeza, incrustando cerebro, hueso, piel y algunos mechones de pelo chamuscado en el techo y la pared. Pero te aseguro que no lo escribí de antemano, ni como una amenaza encubierta, ni con más propósito que el de informarme el porqué.
     Ya debes de haber encontrado mi cuerpo toscamente decapitado sentado ante el escritorio, en el rincón más oscuro del sótano, donde la única fuente de iluminación es la vieja lámpara que ya no armonizaba con la decoración cuando volvimos a amueblar el salón. Pero no me imagines como me encontraste, inerte y sin vida, sino como soy en este momento, con la mano izquierda cogiendo el papel. Mi mano derecha se desplaza por la página, mojando la pluma en la sangre que forma un charco en ese guiñapo de músculos, venas y huesos astillados que hay entre mis hombros”.

    Sin dudas, lo peor de todo el volumen y de los otros tres libros de esta antología ya leídos y comentados en el blog.

11- Niños Perdidos: Un cuento curioso por varias razones, siendo una de ellas que sus protagonistas resultan ser el propio Card y su familia; no obstante luego queda aclarado que la experiencia límite que aquí se narra, no es más que un engaño del escritor para darle verosimilitud a su obra…¡Y vaya que lo consigue! Con la sensibilidad que caracteriza a sus mejores trabajos, el escritor termina el volumen con una trama acerca de unos singulares fantasmas y un particular asesino en serie (temas muchas veces ligados entre sí en las narraciones del género).  No obstante también es un trabajo acerca del dolor verdadero, de la pérdida de los seres queridos y de cómo enfrentamos tales pruebas; a su vez es un relato acerca de la familia y el inmenso amor que puede existir entre sus componentes…Y volviendo al tema de los fantasmas, siguiendo una añeja tradición literaria al respecto, Orson Scott Card ambienta su cuento en plena época navideña ¿Recuerdan el clásico Canción de Navidad de Charles Dickens? Por último, años después el artista usó la base de este escrito para una novela, tal como lo hizo ya con otros libros suyos que germinaron a partir de narraciones breves.

    “Una mañana, una semana antes de Navidad, Kristine leía el periódico de la mañana y de pronto se levantó, fría y tranquila, como cuando pasa algo realmente malo.
    —Scott, lee esto.
    — ¿Qué pasa?
    —Es un artículo sobre niños desaparecidos en Greensboro.
    Eché una ojeada al titular: NIÑOS QUE NO ESTARÁN EN CASA PARA NAVIDAD.
    —No quiero oír hablar de eso —dije—. No soporto leer artículos sobre malos tratos infantiles ni secuestros. Me sacan de quicio. Después no puedo dormir. Siempre me ha sucedido.
     —Tienes que leerlo. Aquí están los nombres de los niñitos que han dado por desaparecidos en los últimos tres años. Russell DeVerge, Nicholas Tyler…
     — ¿Adónde quieres llegar?
     —Piensa en los diminutivos: Nicky, Rusty, David, Roddy, Peter. ¿No te recuerdan nada?
     Tengo mala memoria para los nombres.
     —No.
     —Steve, Howard, Van. El único que no concuerda es el último, Alexander Booth. Él desapareció este verano.
     El modo en que Kristine me contaba esto me estaba irritando. Ella parecía muy turbada, pero no iba al grano.
     — ¿Y qué? —pregunté.
     —Los amigos imaginarios de Scotty.
     —Vamos —dije. Pero los repasó conmigo. Había anotado los nombres de esos amigos imaginarios en nuestro diario, cuando la terapeuta nos pidió que consignáramos un registro de su conducta. Los nombres parecían coincidir”.

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