miércoles, 20 de mayo de 2015

Vampiros a la Italiana.


     En lo que se refiere a historias de terror, más bien dentro del cine de este género, Italia se puede jactar de poseer a verdaderos maestros.  Es así como destacan figuras de la talla de Mario Bava, Lucio Fulci y, tal vez, el más grande de todos: Dario Argento.  La afición de sus conciudadanos por este tipo de obras ha llegado incluso a crear  todo un cómic de culto, Dylan Dog, su propio investigador de lo sobrenatural y que hasta película tiene.  En cuanto a la literatura, por supuesto que hay varios escritores dedicados a todo esto, no obstante muy pocos han sido los que han traspasado las fronteras idiomáticas como para hacerse conocidos en nuestras tierras.  Es así que hoy deseo compartir mi primer acercamiento a una de sus autoras más celebradas y a la que tal vez erróneamente se le ha llamado “La Stephanie Meyer” italiana (por la creadora de la saga de Crepus-Culo, debido a un supuesto interés de la europea por los hoy en día populares “romances sobrenaturales”).  En cambio por respeto a la seriedad de su narrativa, debido a como bien queda demostrado en la novela aquí analizada, más bien debería llamársela “La Anne Rice” italiana, en honor a la autora de las llamadas Crónicas Vampíricas y con la cual Chiara Palazzolo comparte cierto estilo más profundo y que va mucho más allá de la simple anécdota pseudoromántica.
     Chiara Palazzolo fue una escritora italiana de literatura de terror y fantasía que vivió entre 1961 y 2013, dejando demasiado pronto este mundo tras una larga enfermedad.  A su haber le sobreviven alrededor de 10 novelas y unos cuantos relatos que logró publicar en prestigiosas antologías, lo que le permitió recibir unos cuantos premios.   Poco conocida fuera de su país, especialmente en otras lenguas, fue traducida a nuestro idioma por nada menos que Ediciones Minotauro, importante sello español que se ha caracterizado por publicar a autores consagrados de ciencia ficción y fantasía; de este modo la editorial escogió su primera novela, que forma parte de una trilogía de vampiros, para su reciente línea de horror.  Que Minotauro se haya aventurado a esta proeza, dice mucho acerca del talento de esta artista y que quizás qué obras maestras nos habría legado, si no se hubiese ido tan pronto.  No obstante con nosotros, los lectores de habla hispana, se queda su libro No me mates (2005), el cual a más de un seguidor  sobre las narraciones acerca de estas criaturas de la noche puede entusiasmar (y a ver si ya sea Minotauro u otras empresas de literatura en castellano, se deciden a acercar al mundo hispanoparlante el resto de su producción).
    Mirta es una joven universitaria de solo 19 años, perteneciente a una acomodada familia de su país y quien cree tener todo su vida lista, ya que vive muy feliz junto a sus amigas también estudiantes, ama lo que hace y, lo más importante para ella, posee un guapo novio algo mayor por el cual sin dudarlo daría la vida.  Pues en efecto, ante la naturaleza destructiva de su pareja, de nombre Robin, la muchacha comienza a drogarse con los químicos más nocivos que este le ofrece, lo que al final les acarrea la muerte a los dos.  Poco después del entierro en el cual ambos amantes comparten sepelio y tumba, Mira despierta en la soledad de la noche en pleno cementerio; a su vez no sabe cómo, ha irrumpido de manera violenta desde su féretro y roto en varios pedazos la loza que lo cubría.  Al principio la protagonista ignora que está muerta, no obstante cuando comienza a darse cuenta de los cambios físicos por los que ha pasado, los que implican cierta fuerza superior y la habilidad para volar, además de la capacidad para mantenerse en vela, llega a asumir que se ha convertido en una no-muerta, una especie de vampiro; además comienza a sentir un hambre que solo puede saciarse alimentándose de los vivos, ya que si no lo hace, su cuerpo comenzará a marchitarse.  Mirta tiene la fiel creencia de que Robin también regresará desde la muerte, para reencontrarse con ella, sin embargo a medida que el tiempo transcurre se da cuenta que al parecer la promesa hecha entre ambos de estar juntos por la eternidad, bien puede tener sus complicaciones de ser llevada a cabo.  Es entonces cuando Mirta, quien luego decide hacerse llamar como Luna, comienza una orgía de muertes y en las que apenas discrimina entre sus víctimas; todo ello primero acapara la atención pública y luego de las fuerzas policiales y por último el de un grupo llamado Los Bienandantes y el que al parecer sabe de la existencia de seres como ella y solo desea o bien controlarlos o bien destruirlos.
    El libro comienza con un Prólogo bastante prometedor, con narrador omnisciente, y en el que se cuenta los pormenores del entierro de ambos desgraciados jóvenes.  En este apartado destaca la figura de la madre de Robin, quien por los pocos datos que se entregan sobre ella, queda de manifiesto que es una bruja y de que en parte es la responsable de lo que sucederá más adelante con Mirta y su propio hijo.  Luego el resto del libro se encuentra narrado desde el punto de vista de la protagonista, quien contando en tiempo presente sus vicisitudes, para luego llegar a crearse un compañero imaginario que toma la forma de su filósofo favorito, quien hace de conciencia suya y por ello se transforma en su único medio para mantener cierta cordura y humanidad frente a su nueva realidad.  Pasan alrededor de 100 páginas en las que Mirta se encuentra por completo sola y todavía no se atreve a deambular entre los vivos, de modo de por fin dar rienda suelta a su apetito descontrolado.  Toda esta fase previa a su primer asesinato puede resultar muy lenta y aburrida, para quienes esperan más acción y aventuras, siendo que además la chica se dedica a deambular y a reflexionar en medio de una naturaleza tocada por las nieves invernales, lo que acentúa la soledad que la embarga y que además le otorga al texto (en especial mientras se desarrollan estas páginas) un carácter depresivo y que bien se puede entender que a más de uno lo pueda llevar a optar por dejar su lectura. 

     Al principio los ataques que realiza Mirta dejan con gusto a poco, si se espera algo más de tipo gore y tendrá que pasar un buen resto de la trama, como para que sus actos de violencia sean descritos de manera mucho más generosa.  La situación en la que se encuentra la ex universitaria la lleva a perder a tal punto su humanidad, que por esa misma razón opta por el nombre de Luna, el cual resume a la perfección su condición de criatura de la noche; no obstante el tipo de vampiro al que pertenece no lo es mortal la luz del día, ni los ajos y mucho menos el agua bendita y de lo más bien que puede mirarse a los espejos.  El proceso del descenso por su propio infierno en la tierra, posee su mayor fuerza cuando Mirta llega a alimentarse nada menos que de la empleada de confianza de su familia y con quien mantenía una relación bastante estrecha hasta antes de su muerte (siendo este momento del libro uno de los más potentes, si bien la rapidez con lo que sucede todo esto le quita fuerza dramática al pasaje); asimismo una supuesta masacre que realiza la vampira en una fiesta, la cual no queda claro si se lo llega a imaginar en medio de  la miseria en la que se encuentra, revela sin lugar a dudas su actual condición de bestia de presa. 
     Debe acercarse hacia su final la novela, como para que recién aparezcan personaje de peso y/o complementarios en ella, si bien el ya mencionado Robín es rescatado en reiteradas ocasiones a través de los recuerdos de Mirta/Luna.  No obstante desde que se van entregando datos acerca del amado de la protagonista, este es descrito como un sujeto con varias taras y hasta cierto punto egoísta, pues arrastra a la mujer que lo ama con todo su ser al cruel destino final que luego llega a tener.  Un hombre de pocas virtudes como Robin, era imposible que tuviese amigos de otra cepa y con un carácter más noble, de modo que su mejor amigo, Paco, es aún mucho más detestable que él.  De este modo cuando el personaje principal por fin llega a reencontrarse con el antiguo compañero de su pareja, este último no puede llegar a hacerse más insufrible ante su comportamiento anómalo, propio de alguien incapaz de establecer relaciones sanas con las demás personas.  Por lo tanto si bien Mirta hace rato ya que ha dejado su humanidad, Paco es la demostración de que en la vida real existen verdaderos monstruos.  Y sin embargo pese a su personalidad enfermiza, este hombre siente por Robin un amor obsesivo que raya en el homoerotismo no reconocido y que lo lleva a confesarle a la antiheroína las pocas gratas circunstancias en las que Robin terminó por acercarse a ella.  A su vez se encuentra Sara, otra no-muerta y quien solo después de la “feliz” desaparición de Paco, aparece de forma explícita en el libro, con el propósito de ayudar a Mirta a escapar de sus enemigos.  Lamentablemente todo eso ocurre recién cuando la novela ya está por terminar, de modo que una vez más la Palazzolo ha dejado pasar la oportunidad de otorgarle mayor ritmo a su obra.  No obstante como bien se sabe que este es el primer volumen de una trilogía, es de esperar que la promesa de mayores emociones y de intriga se, confirmen en las dos siguientes secuelas.
     El nombre del libro, No me mates, atiende muy bien a la negación de la protagonista por, primero, aceptar que su antigua vida se ha acabado (esto se puede apreciar muy bien por el hecho de que llama a un gato montés al que acoge, de la misma manera que a su antigua mascota felina, tal como si el curso de las cosas no hubiesen cambiado) y, segundo, una vez que asume su nueva condición, por no renunciar a su actual “existencia”.  No obstante el título también remite al simbolismo que significa morir en vida, tras ser olvidada por los seres queridos que la sobreviven a su deceso y en especial a que su amado Robin la haya abandonado. 
    Por último, el libro se encuentra lleno de referencias directas a la cultura popular, ya sea al mismísimo Stephen King, el cine de terror, la música y las marcas de ropa de renombre, lo que le otorga al libro una contemporaneidad, que bien puede hacer que más de un lector se sienta identificado con las andanzas de su protagonista (en especial los más cercanos a su edad y de intereses similares).  

Chiara Palazzolo

2 comentarios:

  1. Al leer la reseña, Elwin, la obra me ha recordado un poco a la película de "vampiros filósofos" de Abel Ferrara, "The Adicction", de la que ya charlamos en el pasado.

    Italia tiene, como bien dices, una larga relación con el terror, tanto a través del cine como de la literatura, que para algo son los creadores del "Giallo". No conocía a la autora, pero apunto el nombre para tener la referencia.

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    1. Qué bueno te haya entusiasmado este texto, que la verdad en mi caso por respeto a la fallecida autora la escribí, pues no me entusiasma seguir con la saga, ya que el primer libro me pareció muy lento para mis gustos. De este modo, como me quedé con ganas de vampiros al viejo estilo, pretendo leerme otras novelas del género que hace años tengo.

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